domingo, 27 de septiembre de 2009

CÓMO GANÉ LA CÁTEDRA DE FILOSOFÍA DEL DERECHO

Para entonces ya era 1977 y el movimiento universitario que luchaba en la resistencia se había hecho fuerte contra la dictadura y exigía exámenes de competencia. De ese modo, un día me visitaron los alumnos y me convocaron a presentarme para no dejarlos solos, porque nadie quería ser profesor de la Intervención, y entonces me presenté al examen de competencia de Filosofía del Derecho, y le gané nada menos que al cura Sagredo, falangista y doctor en Derecho con estudios en Roma. No sé por qué se puso nervioso y no expuso bien, mientras yo estrenaba un aplomo nuevo y aunque andaba por las ramas, me conquisté al jurado y al auditorio con un par de anécdotas bíblicas, al punto que me pusieron la mayor nota del sistema, pues se olvidaron hasta de ponderarla.

Ocurre que me tocó un bolo sobre filosofía contemporánea, que tuve tiempo de preparar durante al menos un día, y un bolo sorpresa que era un tema relativo a la filosofía de la Iglesia. En este punto me explayé con algunas conjeturas que fabricaba sobre la Biblia, referidas a Caín y al Mal Ladrón. Les dije que Abel era pastor, y que no sufría las fatigas de Caín, agricultor, y que por eso ofrecía los mejores corderos de su rebaño en sacrificio a Jehová. En cambio a Caín, a quien cultivar le costaba el sudor de su frente, no ofrecía los mejores frutos, y entonces ocurría que el humo del sacrificio de Abel subía verticalmente al cielo, mientras el humo del sacrificio de Caín no subía. Les preguntaba entonces quién era más cercano al hombre y mejor: si ese Abel sumiso que le daba al Señor sus mejores corderos, o ese Caín orgulloso del fruto de su trabajo, que no quería darle nada en tributo al Señor. Luego hablaba del Buen y el Mal Ladrón. El Buen ladrón le decía a Jesús: Señor, acuérdame de mí cuando estés en el paraíso. El Mal ladrón lo desafiaba y le decía: Si eres hijo de Dios, atrévete a descender de la cruz. ¿Cuál era más próximo al hombre, ese buen ladrón sumiso que pedía clemencia aunque fuera en el paraíso, o ese mal ladrón digno y orgulloso que en ese trance se atrevía a desafiar al hijo de Dios? Con esos alardes me conquisté al auditorio y gané el examen.

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