lunes, 28 de septiembre de 2009

LA IMAGEN RECURRENTE DE SIXTO


Sixto y Carmelita con mis hijos mayores: Ariel, Manuel y Raquel.
Cómo sería mi padre en sus primeros años de oficial; seguramente muy distinto al Sixto de la posguerra. Cuando se encontró con mi tío Germán diputado, iniciaría una vida a contraflecha con los Monroy. Mientras éstos eran cada vez más prestigiosos, nunca adinerados pero famosos porque pertenecían al grupo fundador del MNR, mi padre se venía a menos irremisiblemente.
No sé en qué momento se inscribió en un curso de Bacteriología y sacó un título de Experto. De ese modo volvió al ejército pero ya no en el arma de Infantería, sino en el de Sanidad, con vivo azul, y trabajó en laboratorio, detectando microorganismos.
El viejo sentía la ciencia con una emoción que le hacía desbordar lágrimas. Era un auténtico positivista del siglo XIX. Ya viejo, se emocionaba leyendo libros de Electrónica y me explicaba qué eran los transistores como la última palabra de la ciencia. Que lagrimeaba de emoción no es mentira ni exagero al decirlo. En esta época del Internet y el ciberespacio, hubiera tocado la gloria con los dedos.

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