lunes, 28 de septiembre de 2009

MI FAMILIA Y GUALBERTO VILLARROEL





Templo de Viacha. A la derecha, el tío Damián Suárez, a quien mi abuela Concha trataba como a un hermano, abuelo del músico Nicolás Suárez. Junto a él el tío Germán, flamante diputado por la provincia Ingavi. Es una foto histórica del centenario de la batalla de Ingavi, que se celebró el 18 de noviembre de 1941.

Carmelita, en primer plano, era una mujer decidida y valiente, fundadora del MNR aunque no figura porque las mujeres no eran ciudadanas. La llegada de don Víctor a Cochabamba era un acontecimiento, y mi madre corría a saludarlo, como en la foto.
Tengo por ahí el certificado de matrimonio de mi padre. Creo que se casó a mediados de los 40, cuando era Presidente Gualberto Villarroel. Probablemente con esa influencia pudo volver al ejército. El día en que colgaron a Villarroel, una turba asaltó la casa donde vivía toda la familia, presidida por el tío Germán, que había sido ministro del Trabajo de ese régimen y había contribuido a desarrollar la vivienda social. Unas casas de barrio obrero construidas en Laikakota fueron construidas en su gestión, y los trabajadores quisieron que él se adjudicara una. Era su primera casa propia y la única que tuvo en su vida. Mi madre recordaba que tenía sótano con muchos juegos, incluida una mesa de billar. El día del colgamiento, alguien fue con la noticia de que al tío Germán también lo habían colgado junto a Villarroel. Mi hermano Enrique cuenta que oyó el rumor y corrió a la Plaza Murillo. Allí comprobó que en realidad era el secretario privado Luis Uría de la Oliva, que tendría la misma contextura y vestía igual que el tío. Retornó a la casa y en ese momento una una turba la invadió, acorralaron a mi hermano, que tenía sólo 14 años, y destruyeron lo que no pudieron llevarse.
La abuela Concha, mi madre y mi padre se refugiaron en una casa de la avenida Saavedra, que era de un pariente de apellido Montero. Al anochecer, mis padres volvieron sigilosamente a la casa, para ver si se podía rescatar algo, y encontraron la máquina Singer de la abuela, que tal vez por su peso los asaltantes no se la llevaron. Mi padre se la cargó a la espalda y así la salvaron. ¿Te dije, Juan, que la conservo? Cuando murió mi hermano decidimos repartirnos la herencia, que consistía en la bendita máquina y en un batán que tenía más de cien años. A mí me correspondió el batán y a él la máquina, pero todavía no se la lleva a La Paz porque es muy pesada. El batán es como la piedra fundamental de mi familia materna.
El tío Germán se asiló en la embajada del Paraguay junto a Víctor Paz Estenssoro y otros integrantes del régimen depuesto. Cuentan que el embajador tuvo que extender la bandera de su país en el piso del jardín y montar guardia con unos cadetes que llegaron para el aniversario de La Paz. De ese modo evitó que la turba entrara a colgar a los asilados.
Desde entonces, para mi tío Germán la gente se dividía en tres grupos: los compañeros, los rosqueros y los colgadores. Los primeros, eran militantes del MNR; los segundos, militantes de los partidos de la derecha oligárquica; y los terceros, los militantes estalinistas del PIR, que fueron, según dicen, los colgadores materiales de Villarroel.
La imagen de Villarroel estaba tan presente en la familia que mi madre me enseñó a rezar antes de acostarme por la memoria de Busch y Villarroel, almas mártires, como le gustaba decir; y el 21 de julio, aniversario del colgamiento, era un día de luto en la familia que coincidía con el cumpleaños de la pobre tía Maruja, pobre porque siempre cocinaba un picante pero la celebración transcurría en silencio, sin música ni menos baile por respeto al alma mártir.
El tío se fue a Buenos Aires, al exilio, y un tiempo después la abuela se estableció en Cochabamba, siempre acompañada por mi madre y por mi padre, a quien lo destinaron a la Región Militar, hoy Séptima División. Llegaron a la casa de doña María Iriarte. Contaba mi padre que había en la Esteban Arze una casa de la familia Darras que costaba como cien mil pesos, y que la abuela tenía más de esa cifra, que eran los ahorros del tío, pero jamás quiso comprar la casa, que era de tres patios, y más bien le llevó ese dinero al exilio.
El tío vivía en una pensión, algo muy típico de Buenos Aires, y en otra de las piezas vivía una muchacha modosita y discreta que salía con su guitarra a tomar lecciones nada menos que con Andrés Segovia. Era de Santiago del Estero y dicen que su novio era Mariano Mores, el compositor del tango Gricel, entre otros, también santiagueño. El tío le entró de frente, la enamoró y se casó con ella. Era la hija de Andrés Chazarreta, declarado Patriarca del Folklore Argentino, cuya casa ubicada en la calle Mitre al 127, de Santiago del Estero, es hoy un museo costumbrista. Chazarreta compuso la Zamba de Vargas, La Telesita, la López Pereira (cuya paternidad se disputan los tucumanos) y Criollita Santiagueña, que don Andrés le habría dedicado a su hija Anita. De ese matrimonio vienen el Chaza, que fue alcalde de La Paz, Cristina, la mayor, y Manuel Monroy Chazarreta, el Papirri, digno heredero del talento musical del abuelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario