domingo, 27 de septiembre de 2009

सोब्रे ला मुएरते दे SIXTO

En enero de 1981 llegaron mis padres a México. Los esperé con ansiedad y programé un viaje al mar porque mi padre nunca lo había visto; pero apenas lo vi me dolió cuán disminuido estaba, como que no salió más de la casa y murió un mes después en el Hospital General. Le dio una embolia en mi ausencia y no duró un día más. Mi primo Germán, el Chaza, tuvo que bajarlo siete pisos, rígido como estaba por una embolia, para llevarlo al Hospital.

Recuerdo que al día siguiente fuimos a verlo junto a mi madre y a mi hermano Enrique, también de visita en México. Llegamos al Hospital y vimos una seña elocuente: la cama vacía. Fuimos a la morgue y allí estaba congelado. Me sorprendió que nadie le hubiera cerrado los ojos, y que las pupilas de los muertos caen vencidas como toldos viejos. Vi a mi madre y a mi hermano que lloraban y los eché con furia del lugar: era mi muerto, y ellos no tenían nada que hacer allí. Era un 27 de febrero. Al día siguiente lo enterramos en el Panteón de Dolores.

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